¿Eres problemólogo o solucionólogo? La teoría de Ockham.

Pensar de manera sencilla

Parafraseando a Quino, el creador de Mafalda, te pregunto:

¿Eres  «problemólogo»  o  «solucionólogo»?

Quino considera que el primer grupo es mucho más numeroso. Y seguramente no le falta razón. ¿Quién no ha tirado alguna vez la toalla dando por hecho que las cosas son así y no se pueden cambiar?

Este último grupo lo podríamos subdividir a su vez en dos: por un lado, los que en la búsqueda de soluciones se complican la vida inútilmente y por otro, los que procuran encontrar una solución sencilla. Si te consideras un digno miembro de este último subgrupo ¡enhorabuena!… posees la apreciada característica de la SIMPLICIDAD. Simplicidad entendida como la ausencia total de complicarse con las cosas, y especialmente en la resolución de problemas. Tarea nada fácil.

¿Recuerdas esos cuadros neoimpresionistas que de cerca parecen emborronados y que para descubrir la imagen tienes que alejarte? Pues de esa manera hay que contemplar los problemas: distanciándose de ellos para despejar la mente y abordarlos desde una óptica distinta, como en la imagen.

Puntillismo y simplicidad

Obra de Juan José Justo

Me gustaría recordar una historia que probablemente ya conozcáis porque ha circulado mucho por internet. La resumo porque es un poco larga.

Trata sobre una empresa de cosmética que vendía pastillas de jabón. Un día recibieron la queja de un cliente que había comprado una caja de jabón que estaba vacía. Un fallo que se pasó por alto en la cadena de montaje. Llegados a este punto, el director quiso encontrar una solución al problema, por lo que sus ingenieros idearon una máquina de rayos X con monitores que alta resolución para vigilar que ninguna caja volviera a salir vacía de la fábrica. Sin duda, una solución rápida aunque costosa. Sin embargo, cuando ese mismo problema se planteó en otra empresa, uno de los empleados encontró la siguiente solución: comprar un potente ventilador industrial que apuntara hacia la cadena de montaje, de forma que la caja saliera volando si ese fallo volviera a suceder.

La historia nos deja varias moralejas:

» Primero, que los problemas siempre tienen más de una posible solución, y aunque de primeras sólo veamos una posible, hay que seguir escarbando hasta dar con otras. No te conformes con lo primero que te viene a la cabeza, procura mejorarla.

» Segundo, que a veces pasamos por alto las soluciones más simples y básicas (por muy obvias que éstas sean). Lo que es obvio para ti, puede no serlo para quien está a tu lado.

» Y por último, que las soluciones más trabajadas y creativas no tienen porqué ser las mejores.

En la toma de decisiones deberíamos acordarnos más a menudo de Ockham, un fraile inglés del siglo XIV. La regla de Ockham dice que cuando nos encontramos ante un problema, la explicación más simple «suele» ser la correcta (siendo la explicación más  simple la que requiere menor cantidad de suposiciones).

Vamos a verlo en un ejemplo fácil.

Imagina que la impresora se niega a imprimir el documento que has enviado. De las posibles explicaciones: a) se ha quedado sin papel  o b) la impresora se ha estropeado, la  «a» es la explicación más probable ¿verdad? La primera opción que ahora en frio nos parece obvia y de sentido común, puede que en un momento de prisas y ofuscación ni siquiera se nos pase por la cabeza. O acaso nunca te has dicho a ti mismo: «¿Pero cómo no me he dado cuenta antes?»  De nuevo, podemos tener la solución más sencilla delante de nuestros ojos y no acertar a verla.

Pues así es como funciona esta teoría. Cuando un problema tiene varias soluciones y con todas ellas se consiguen los mismos resultados, Ockham te aconseja escoger la solución que requiera una menor cantidad de supuestos, la más simple, porque tendrás más posibilidades de acertar.

Si me piden el nombre de una empresa/persona a la que identifique con la palabra SIMPLICIDAD  nombraría sin dudar a Apple/Steve Jobs. El libro “Insanely simple” de Ken Segall (ejecutivo de Apple) contiene unos fragmentos reveladores que explica la importancia de pensar simple y de cómo sobre ese valor se soporta el éxito de la empresa. Los reproduzco a continuación para vuestra reflexión.

«Steve Jobs era franco, siempre decía lo que pensaba, implacable y exigente. Todo era porque estaba obsesionado con la simplicidad», pero matiza: «No es lo mismo que ser simple. La simplicidad es más difícil que la complejidad. Es hacer las cosas con cerebro y sentido común».

“Jobs nunca tomaba el camino complicado, siempre iba por el más sencillo»

“Jobs era tan sincero que podía hacer daño, pero era esa sinceridad la que le ayudaba a sacar lo mejor de las personas que trabajaban con él. Todo el mundo sabía lo que Jobs quería porque él se encargaba de transmitirlo y así no había ninguna duda a la hora de trabajar.»

«En Apple la simplicidad es un objetivo, un estilo de trabajo, está impregnado en el ADN de la compañía. Él se encargó de que fuera así y ahora la gente que trabaja en la compañía hace lo mismo.»

_Hacer lo SIMPLE complicado es

Fuente: Así era trabajar con Steve Jobs.
Imagen título:© Monalyn Gracia/Corbis

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