Un ejemplo de cómo ser creativo resolviendo problemas.
Circula por internet la siguiente historia. Se trata de una versión de uno de los relatos de «El hombre que calculaba» escrito por Malba Tahan, un profesor brasileño que divulgó fábulas muy interesantes y todas ellas con un fondo matemático.
Dice así:
Cuentan que en tiempos remotos cuando la riqueza de un hombre se valoraba según el número de camellos que poseía, los tres hijos de un jeque, una vez muerto éste, estaban a punto de enfrentarse porque no había manera de repartirse la herencia.
El padre había dejado escrito que los camellos se repartieran de la siguiente forma: 1/2 para el mayor de los hijos; 1/3 para el segundo y 1/9 para el tercero. Cuando murió tenía 17 camellos, por lo que era imposible repartirse la herencia sin matar y trocear algún camello.
Entonces acudieron al sabio del pueblo en busca de solución. El viejo sabio les propuso esto:
— “Os dejo mi camello que está ya muy viejo y una vez repartida la herencia me lo devolvéis. Haré una división justa y exacta de los camellos, que como veis ahora son 18”.
Y volviéndose hacia el más viejo de los hermanos habló así:
— “Tendrías que recibir, amigo mío, la mitad de 17, esto es: 8 y medio. Pues bien, recibirás la mitad de 18 y, por tanto, 9. Nada tienes que reclamar puesto que sales ganando con esta división”.
Y dirigiéndose al segundo heredero, continuó:
— “Y tú, tendrías que recibir un tercio de 17, es decir 5 y poco más. Recibirás un tercio de 18, esto es, 6. No podrás protestar, pues también tú sales ganando en la división”.
Y por fin dijo al más joven:
— “Y tú, según la última voluntad de tu padre, tendrías que recibir una novena parte de 17, o sea 1camello y parte del otro. Sin embargo, te daré la novena parte de 18 o sea, 2. Tu ganancia será también notable”.
El sabio concluyó:
— “Por esta ventajosa división que a todos ha favorecido, corresponden 9 camellos al primero, 6 al segundo y 2 al tercero, lo que da un resultado de 17 camellos”.
Y tomando el camello que les había dejado en préstamo, dio por concluida la disputa.
Una de las funciones de los mandos intermedios es encontrar la forma de resolver problemas. No importa su tamaño ni lo fáciles o difíciles que sean de resolver, lo cierto es que es inevitable que surjan. Por esta razón, vamos a hacer un par de reflexiones que nos ayuden a pensar como el sabio de la historia y así, la próxima vez que nos pongan a prueba, sepamos cómo afrontar ese momento de mejor manera.
Comenzamos con unas citas de Einstein, otro sabio de las matemáticas.
Si tuviera una hora para salvar el mundo iba a pasar cincuenta y cinco minutos en la definición del problema y sólo cinco minutos para encontrar la solución (Einstein)
No es extraño que nos ofusquemos ante la llegada de problemas. Entramos de lleno a buscar soluciones antes incluso de identificar las verdaderas causas del conflicto. Desde luego, no es una actitud razonable. Si no abordamos su origen, el problema volverá a aparecer. ¿Qué queremos: un parche o una solución definitiva? Porque si pretendemos un remedio permanente, merecerá la pena invertir un poco de tiempo para comprender mejor el problema al que nos enfrentamos.
Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo. (Einstein)
La teoría ya nos la sabemos.
Nos han dicho muchas veces que seamos creativos, que busquemos soluciones originales a los problemas y que tratemos de verlos de diferente manera, desde una perspectiva distinta a la que estamos habituados, sin ideas preconcebidas. Eso está muy bien, pero ¿De qué manera ideamos esas soluciones originales?
Mark Levy propone empezar por hacer preguntas distintas, especiales, que activen una nueva forma de pensar. Como éstas:
→ ¿Qué conozco (sobre el problema)?
→ ¿Qué es lo que no sé?
→ ¿Cómo lo puedo replantear?
→ ¿Cuáles son mis suposiciones (sobre el tema) y cuáles son los hechos?
→ ¿Qué errores he cometido?
→ ¿Qué pequeño experimento podría intentar?
→ ¿Qué es lo que no he visto antes?
→ ¿Qué me da miedo?
Al hacerse este tipo de preguntas, se van descubriendo poco a poco todas las capas del problema hasta ahondar en todos sus detalles. Pero de entre todas las preguntas, hay una que me gusta especialmente, que es la hace plantearte la distinción entre hechos y opiniones. Viene a ser como separar el grano de la paja, centrarse en los hechos y no prestar atención a hipótesis o malentendidos que puedan equivocarnos.
¿Existe la solución perfecta?
Antes de poner en práctica la solución a la que hayamos llegado, hay que plantearse otras cosas: ¿Funcionará? ¿La aceptarán aquellos a los que le afecta? ¿Será causa de nuevos problemas? Hay que considerar todos los criterios y evaluar qué resultados tendríamos en caso de aplicarla, porque no queremos nuevos problemas, ¿verdad?
Resumiendo, la próxima vez que se te presente un problema, date un tiempo para pensar en sus causas, extrae todos los datos que puedas a través de preguntas que te ayuden a entender mejor la situación y piensa cómo funcionarían las distintas alternativas antes de ponerlas en práctica.
La intuición y el sentido común te echarán una mano para encontrar la mejor solución.
Y como no puede ser de otra manera, en todo ese proceso, la actitud es lo más importante.
Cuentan que un día, una periodista se quejó a la Madre Teresa de Calcuta (conocida por su contante actitud positiva) de que ésta siempre actuara como si no tuviera ningún problema. La Madre Teresa respondió: «¡Oh, claro que tengo problemas! pero cuando llegan simplemente les cambio el nombre. Yo los llamo regalos».
Resolver problemas puede resultar pesado, pero no es algo trivial. Cuantos más resuelves, mayor es tu experiencia. ¿Te parece poca cosa? De hecho, sin desafíos ni retos a los que enfrentarnos, nunca maduraríamos ni desarrollaríamos nuestras capacidades.
Para unos son oportunidades que nos ayudan a crecer, mientras que para otros representan el caos. ¿En qué lado estás tú?
Si te ha gustado lo que has leído, te invito a dejar tu comentario y a compartirlo en tus redes sociales. ¡Gracias!
Entrada relacionada:
Los problemas: una oportunidad para ganarse la confianza del cliente.