Conocer el estrés es empezar a combatirlo.

Cualquiera que eche un vistazo a las ofertas de empleo para mandos intermedios, verá que en su mayoría uno de los requisitos generales que se exigen en el candidato es que tenga  tolerancia al estrés o que esté acostumbrado a trabajar bajo presión.

Es como si el trabajo y el estrés fueran unidos de la mano y no se pudiera entender el uno sin el otro.

Se suele decir que hay estrés bueno y estrés malo. Hoy vamos a hablar de este último, del estrés que supone un peligro y un riesgo para la salud de la gente, porque conocer qué lo causa es el primer paso para empezar a combatirlo.

Si piensas en una cultura que esté muy orientada al trabajo duro y al esfuerzo, seguro que te viene a la cabeza  la cultura japonesa. Tanto es así, que tienen un problema social muy serio por causa del estrés en el trabajo.

Existen dos palabras japonesas relacionadas con el estrés laboral.

La primera es Karoshi, que es la muerte súbita por exceso de trabajo. Y la segunda es Karo-jisatsu o el suicidio por ese mismo exceso de trabajo o por sus condiciones estresantes. Lamentablemente, la tendencia es creciente en ambas situaciones.

En sólo 14 años (de 1997 a 2011), los casos reconocidos e indemnizados por Karoshi y Karojisatsu aumentaron de 47 a 121 y de 2 a 66 respectivamente, pero las cifras de casos que no están reconocidos de manera oficial (y por tanto no indemnizados) son muchísimos más.

El Ministerio japonés de Salud dice que puede ser Karoshi cuando se produce la «muerte súbita de cualquier empleado que trabaja un promedio de 65 horas a la semana o más durante más de 4 semanas, o un promedio de 60 horas o más a la semana durante más de 8 semanas”.

Es tremendo. ¿Te imaginas haciendo jornadas de 13 h. diarias de lunes a viernes o de 9 h. al día sin descansar el fin de semana, y todo esto de manera prolongada?

Ya en España, las estadísticas apuntan a que 1 de cada 4 bajas está relacionada con el estrés, y que un 62% de los trabajadores dicen estar más estresados que el año pasado. Por lo tanto, no es un tema para tomárselo a la ligera, porque cada vez más y más personas lo sufren. Además, la crisis económica y la inseguridad laboral y salarial, provocan que muchos trabajadores de hoy en día lo padezcan en silencio.

Como mando intermedio con un equipo a tus espaldas, hay que estar muy pendiente de las personas que diriges, y observar si muestran signos de estrés. Poniendo un poco de atención, podemos ver si se muestran irritables con frecuencia, si hablan muy deprisa (casi con dificultad para expresarse), si se les nota preocupados por algo, y si les falta energía o están más deprimidos de lo normal.

Todavía con más razón, si trabajas en profesiones que son propensas a padecer de estrés laboral. Es el caso de los puestos relacionados con la atención al cliente, debido al esfuerzo extra de escucha que se tiene que hacer y la tensión que supone recibir quejas casi de manera continua. Aunque tampoco se libra el departamento comercial, por la tensión que supone ganar nuevos clientes, tener que facturar cada vez más y por las incidencias y problemas diarios con los clientes.

El origen o las causas del estrés pueden ser diversas. Las más frecuentes son éstas:

  • Sobrecarga de trabajo.

Unas veces, porque el volumen de trabajo es excesivo y falta tiempo para terminar las tareas, y otras porque no se está en condiciones de controlar la propia actividad. Esta última situación se produce cuando uno no puede avanzar en su trabajo porque para ello depende de la actuación de terceras personas. Como por ejemplo, el caso de informes que no se pueden entregar a tiempo porque de manera reiterada el eslabón anterior no presenta los datos en el plazo acordado, y con su retraso, sobrecarga al resto de la cadena.

  • La actitud o el comportamiento del jefe.

Puede resultar muy desmotivante si el jefe no confía  en el desempeño de sus colaboradores, no da la cara por su gente, ni se preocupa por su bienestar.

  • Las malas relaciones con el resto del equipo.

Especialmente cuando se instala el individualismo y el «búscate la vida».

  • La monotonía en el trabajo.

A veces provocada cuando uno se siente infravalorado y piensa  que sus capacidades están desaprovechadas. O al contrario, cuando el trabajo requiere una sobre cualificación y no se tienen las habilidades necesarias para llevarlo a cabo.

  • Elementos ambientales.

Como el no disponer de un espacio de trabajo fijo, por ruido excesivo o temperatura inadecuada (demasiado frio o demasiado calor).

  • No contar con la tecnología apropiada para hacer el trabajo.

YouTube está plagado de videos de gente que tiene arrebatos emocionales por este motivo.

Pero el estrés no siempre depende de factores externos, sino que también hay adictos al trabajo que se autogeneran su propio estrés. Suelen ser personas excesivamente competitivas y que viven agobiadas buscando la perfección.

En una sondeo que se hizo en Canadá, el 43% de los encuestados aseguraban que su supervisor directo “incentivaba” las conductas adictivas al trabajo, viendo con buenos ojos que los empleados alargaran las jornadas de trabajo, trasladándolas a casa o incluso que lo hicieran durante sus vacaciones.

De lo que no cabe duda, es que no todo el mundo reacciona de la misma manera ante un mismo hecho. Lo que para unos puede ser una situación estresante, para otros no lo es tanto. Cuando uno se encuentra muy agobiado en el trabajo, lo último que quiere oír es que le digan: «Tranquilízate. Tampoco es para tomárselo así». La sensación es de total incomprensión.

Si queremos ayudar, podemos seguir estos consejos que recomiendan los expertos y que pueden venir muy bien para liberar tensiones, aún sabiendo que no existe una solución única para poner a raya el estrés.

1. Tomar el aire, salir del edificio, dar un paseo corto.

2. Reírse un rato para distraerse y disipar la tensión.

3. Hacer algo de ejercicio.

4. Compartir las preocupaciones, hablarlo con otras personas y desahogarse.

5. Hacer descansos breves o cambiar de tarea.

6. Afrontar los hechos, aceptando lo que se no se puede cambiar y tratar de ver las cosas en perspectiva (siempre podría ser peor).

La mejor fórmula antiestrés es la que dijo Adam J. Jackson:

Primero, no preocuparse por las cosas pequeñas; y segundo, recordar que casi todas las cosas en esta vida, son pequeñas.

Si no viste este capítulo de Redes sobre “La receta para el estrés”, no te lo pierdas. Merece la pena.

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